La Bahía de Ensenada y sus alrededores, fue un paraje que desde tiempos inmemorables era habitado temporalmente por nativos de origen Kumiay, y en menor grado, por Pá ipai y Kiliwas. Lo hacían en temporada de invierno cuando escaseaban los alimentos y las condiciones climáticas eran extremas en sus campamentos serranos. En la costa, colectaban pescado y marisco, y en las cañadas colectaban islaya y bellota, que trituraban en metates para obtener harina y elaboraban sus apreciados atoles. En la bahía y sus alrededores, existen numerosos vestigios arqueológicos que dan fe de su presencia.
En la costa están los concheros, antiguos depósitos donde abundan los restos de la fauna marina que aprovechaban los nativos. Ejemplo de ello, son los sitios conocidos como “Las Rosas”, “Estero de Punta Banda”, “Punta Banda”, entre otros. En las cañadas donde abunda el encino, hay numerosos metates fijos donde molían la bellota; por ejemplo, están los sitios del “Cañón de Doña Petra”, alrededores del “Rancho El Tule”, “vaso de la presa”, etcétera. También existen cuevas y resguardos rocosos donde dormían (“cuevas de Punta Banda” y “Las Rosas”). Por cierto, el único vestigio pictórico que hay en la bahía, está en el resguardo rocoso de “Las Rosas”, donde se puede apreciar una pequeña pintura de color ocre que semeja a la figura de un lobo marino en posición erguida. Esta figura no está protegida por las autoridades correspondientes y corre peligro de perderse.
Ensenada tiene al menos tres nombres en kiliwa: Uwaۥ ۥmaay, que quiere decir “Gran casa”; Jaۥ tay juwaat uۥ, que se transcribe como “Lugar a la orilla del mar”, y Jtaۥ samak, que significa “Lugar de carrizos”, haciendo referencia a esa planta que abundaba en la lagunita del bajío y los márgenes del arroyo que ahí desembocaba.
Familia de Jatñil (Perro Negro) y Telgghá (Luna)
La mención más antigua de una familia de origen indígena en Ensenada, se debe a Manuel Clemente Rojo, de origen peruano. Rojo visitó Ensenada a finales de noviembre de 1848, un mes después de haber naufragado al sur de El Rosario en su barco cargado de harina, cuyo destino era el puerto de San Francisco, California. En esa ocasión, tuvo la fortuna de conocer a la familia completa de Jatñil, nativo indígena de origen kumiay que estaba de visita con la única familia que habitaba Ensenada, encabezada por el sargento retirado Francisco Xavier Gastélum. Esta familia, la describiré con más detalle en el apartado de las familias mestizas.
Ese encuentro con Jatñil, sería el primero de muchos que Manuel Clemente Rojo habría de tener con el jefe indígena. En principio, a Rojo le llamó la atención la personalidad de Jatñil, un tipo alto y delgado que a pesar del frio, lucía desnudo y encabezaba a un grupo que venía de la sierra a colectar marisco. Entre ellos los acompañaban la esposa y todos los hijos de Jatñil, cuyos nombres eran: Telggahá (Luna), su esposa, y la de sus hijos: Guuitapch Eggpá (Flor de Tuna), Cuilshapach Minjach (Estrella Bonita),Ylggmalgg Cuatay (Ardilla Grande), Cuilggnaa Minjach (Liebre Bonita), Cuat Cuatay (Venado Grande), Gelgau Mejan (Conejo Bueno), Pacualgg Ñurán (Gavilán Pinto), Lhahé Cuicuerde (Aura Vieja), Mecai Cueljich (Ratón Malo), y Nemé Milillay (Gato Feo).
Jatñil fue un aliado importante de las tropas que guarnecían las misiones dominicas. Fue muy longevo y vivió hasta los 90 años, de los que 70 estuvo al mando de su tribu. Las rancherías más importantes que estuvieron bajo su mando, fueron las de Nejí, Campo, El Descanso, San Miguel, Tecate, Guadalupe, Juárez, y Ensenada. Murió después de 1870.






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